
(por Pbro, Jorge A. Gandur)
Si existe Diosy Él es bueno, ¿por qué existe el mal y el sufrimiento en el mundo?
Es evidente que en la historia de la humanidad encontramos en gran parte una interminable sucesión de sangre, sudor y lágrimas, de dolor, tristeza y miedo, de abandono, desesperación y muerte. Y es natural que nos preguntemos por qué sucede: o Dios quiere eliminar el mal pero no puede y entonces es impotente y no es Dios; o puede y no quiere, y entonces es malo como el verdadero demonio; o ni quiere ni puede, lo que lleva a las dos conclusiones anteriores; o quiere y puede, pero ¿de dónde viene el mal? ¿Por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal?
Desde la razón y la fe, todas las cosas son buenas en sí mismas, porque han sido creadas y queridas por Dios (el Génesis dice que "Dios miró todo lo que había hecho y vio que era muy bueno"). Por lo tanto aquí tenemos una primera conclusión: el mal no fue creado por Dios, porque tiene otro principio, que aparece en el mundo causado por la creatura inteligente: la desobediencia y la mentira del demonio y del hombre (Génesis 3, 4-6 y Rom 5,19).
Ante la ausencia del bien en el mal también llegamos a la conclusión de que el mal no es algo genuino en sí mismo sino más bien es el resultado de la ausencia del bien. Existe cuando se decide apartar del bien.
A la vez, si el mal no es un resultado de un principio creador, para que exista tiene que afirmarse en una entidad -en una creatura-, por lo que revela que el mal también termina siendo la carencia de algún bien propio.
¿Entonces por qué el mal influye tanto en una persona? Porque las reglas para vivir en este mundo parten de la libertad. Todo lo creado por Dios es cosa buena. Pero si gracias a la libertad se decide hacerle lugar al mal (a rellenar esa carencia de un bien propio) los resultados estarán a la vista.
Sin embargo, la fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo. Esto Dios lo ha realizado ya admirablemente con ocasión de la Muerte y Resurrección de Cristo: del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios sacó el mayor de los bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención" (CEC Compendio, nº 58; CF, 311-314,324).
Su origen
La raíz última de los males del a humanidad está en su propia culpa. Dios quiere eximirnos del mismo dolor físico, que no es natural a nuestra naturaleza.
El pecado original y toda la cadena de ofensas personales desataron sobre la humanidad la historia de sus calamidades que culminaron en el más terrible de los sufrimientos en el infiernos.
¿Por qué permitió que el ser humano pecara por primera vez?
La razón más profunda e inexplicable a la simple visión terrena es que Dios, al realizar la creación, dio a sus creaturas la posibilidad de decidirse en pro o en contra de Él (la libertad), inclusive corriendo el riesgo de que sea rechazado por el hombre (como finalmente sucedió con Adán y Eva)
El mal, en dos versiones
Existe el mal físico, que se origina cuando se origina fuera de nuestra voluntad, como son las catástrofes naturales o la bacteria que nos producirá una enfermedad.
También existe el mal moral, que sí depende de cada uno de los seres humanos, y que nace cuando usamos nuestra libertad no para hacer el bien, sino para buscar un fin egoísta que implica dañar a otros. Este mal es la fuente de muchos dolores y angustias de la humanidad. Si Dios quisiera impedirlo tendría que quitarnos la libertad, algo que no va a hacer.
¿Siendo Dios tan bueno por qué permite el sufrimiento de los inocentes?
Un niño o un inocente sufre como consecuencia del pecado original. Antes del mismo, el mal no existía en el mundo. Todo era perfecto y armonioso, pero Adán rompió esta armonía con su desobedencia. Allí fue cuando el mal y el sufrimiento entraron en el mundo y existen hasta hoy, porque desde el pecado de Adán y Eva el mundo perdió el orden.
¿Cómo terminar con el mal?
Si queremos luchar contra el mal y desterrarlo del mundo debemos comenzar por nosotros mismos. Somos los responsables de quitarlo del mundo y lo haremos contraponiéndole el bien, es decir, rellenando el vacío del bien con todo lo contrario del mal, que es el acto bueno. Cristo, con su amor a nosotros hasta la muerte en cruz, nos muestra que el sufrimiento es inevitable en esta vida, pero que puede ser una cosa buena y hasta causa de redención eterna. (fuente: semanario Cristo Hoy)