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miércoles, 25 de julio de 2012

Voluntad de Dios

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Nos enseña repetidamente el Señor que por encima de cualquier vínculo y autoridad humana, incluso la familiar, está el deber de cumplir la voluntad de Dios, la propia vocación. Nos dice que seguirle de cerca, en la propia vocación, la que Él ha dado a cada hombre y a cada mujer, nos lleva a compartir su vida hasta tal punto de intimidad que constituye un vínculo más fuerte que el familiar (5).

Santo Tomás lo explica diciendo que «todo fiel que hace la voluntad del Padre, esto es, que le obedece, es hermano de Cristo, porque es semejante a Aquel que cumplió la voluntad del Padre. Pero, quien no sólo obedece, sino que convierte a otros, engendra a Cristo en ellos, y de esta manera llega a ser como la Madre de Cristo» (6). Es muy fuerte el vínculo que nace de llevar la misma sangre, pero lo es aún más el que se origina del seguir a Cristo en el mismo camino. No hay ninguna relación humana, por estrecha que sea, que se asemeje a nuestra unión con Jesús y con quienes siguen a Jesús.

Fragmentos de Hablar con Dios

domingo, 22 de julio de 2012

Autoestima del cristiano

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El problema más fundamental en el hombre consiste en ser un ser limitado que no suele estar dispuesto a asumir su limitación. Ante la propia indigencia caben tres actitudes posibles: no aceptarla y hacerse creer que no existe o que se podrá resolver con el solo esfuerzo humano (optimismo ingenuo o soberbia clásica), exagerar la propia flaqueza y caer en una especie de complejo de inferioridad (pesimismo radical o falsa modestia) y, por último, la humildad o verdadera actitud realista que lleva a reconocer la propia limitación y a buscar los medios adecuados para solucionarla.

El  origen de la soberbia es remoto. Viene de muy lejos, tanto en la historia de la humanidad (pecado original?), como en la vida de cada uno de nosotros, ya que es un problema que se cultiva desde nuestra tierna infancia.

Si el amor verdadero hacia los demás depende de la medida en que nos amemos a nosotros mismos y  este amor de sí mismo a su vez no resulta ser posible sin la conciencia de ser amados tal como somos, podemos deducir que sólo seremos capaces de amar de verdad en la medida en que experimentemos un amor incondicional. Visto que los hombres no somos capaces de amar de modo totalmente incondicional —amando por ejemplo todos los defectos de alguien—, podremos concluir que el desarrollo de nuestras capacidades afectivas depende del descubrimiento del amor de Dios.

domingo, 8 de julio de 2012

Qué es la mortificación y para qué sirve

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El espíritu de mortificación, tal como lo quiere el Señor, no es algo negativo ni inhumano (5); no es una actitud de rechazo ante lo bueno y lo noble que puede haber en el uso y goce de los bienes de la tierra; es manifestación de señorío sobrenatural sobre el cuerpo y sobre las cosas creadas, sobre los bienes, las relaciones humanas, el trabajo...; la mortificación, voluntaria o aquella otra que viene sin haberla buscado, no es la simple privación, sino manifestación de amor, pues «padecer necesidad es algo que puede ocurrirle a cualquiera, pero saber padecerla es propio de las almas grandes» (6), de las almas que han amado mucho.
La mortificación no es simple moderación, mantener a raya los sentidos y el desequilibrio que producen el desorden y el exceso, sino abnegación verdadera, dar cabida a la vida sobrenatural en nuestra alma, adelanto de aquella gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros (7)...

Esta mortificación nos impulsará a superar un estado de ánimo poco optimista que necesariamente influye en los demás, a sonreír también cuando tenemos dificultades, a evitar todo aquello -aun pequeño- que puede molestar a quienes tenemos más cerca, a disculpar, a perdonar... Así morimos, además, al amor propio, tan íntimamente arraigado en nuestro ser, aprendemos a ser humildes. Esta disposición habitual que nos lleva a ser causa de alegría para los demás, sólo puede ser fruto de un hondo espíritu de mortificación, pues «despreciar la comida y la bebida y la cama blanda, a muchos puede no costarles gran trabajo... Pero soportar una injuria, sufrir un daño o una palabra molesta... no es negocio de muchos, sino de pocos» (8).

Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

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