
Como William May nota en el Nuevo Diccionario de Teología, por mucho tiempo los teólogos han intentado definir lo que las Sagradas Escrituras quieren comunicar al hablar de “los pecados contra el Espíritu Santo” o “el pecado imperdonable.” Estos expertos hablan de la dureza de corazón, la presunción, la desconfianza, el rechazo de verdades conocidas, la envidia de la gracia que otros han recibido o la impenitencia final.
En la mayoría de los casos, cuando se habla del pecado que lleva a la muerte o los pecados contra el Espíritu, hay de una u otra forma un rechazo de la gracia de Dios.
El pecado es imperdonable porque el pecador simplemente no se arrepiente. El pecador está firmemente en un estado de enajenamiento de Dios y no desea el perdón o no busca la reconciliación.
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