Dédalo -personaje de la mitología griega- es un auténtico genio; un artista. Prisionero en Creta del rey Minos, decide escapar de la isla con su hijo Icaro. Hará unas alas para volar por el aire. A base de cera y plumas consigue las alas para él y para el hijo. Un consejo claro: volar a media altura, para que el agua no dañe a las plumas ni el sol, con su calor, derrita la cera.
Según el relato clásico, Icaro se deja deslumbrar por el firmamento y el ansia de libertad, y comienza a subir, a subir, haciendo caso omiso del consejo paterno. Al final, el sol ablanda la cera y cae al mar, donde perece ahogado.
El hombre es un ser frágil; cualquier sol fuerte puede hacerle venirse abajo y hundirse por completo. Hay que saber ir siempre a la altura precisa, exacta; la que señala la Voluntad de Dios buscada en todo momento./ Felipe Pérez Dellepiane
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