martes, 5 de junio de 2012

Qué significa ser hijos de Dios


El anticipo de la herencia prometida lo recibimos ya en esta vida: es el gaudium cum pace, la alegría profunda de sabernos hijos de Dios, que no se apoya en los propios méritos, ni en la salud o en el éxito, ni consiste tampoco en la ausencia de dificultades, sino que nace de la unión con Dios; se fundamenta en la consideración de que Él nos quiere, nos acoge y perdona siempre... y nos tiene preparado un Cielo junto a Él, por toda la eternidad. Perdemos esta alegría cuando dejamos a un lado el sentido de nuestra filiación divina, y no vemos la Voluntad de Dios, sabia y amorosa siempre, en las dificultades y contradicciones que cada jornada nos trae.

No quiere nuestro Padre que perdamos esa alegría de hondos cimientos: Él quiere vernos siempre contentos, como los padres de la tierra desean ver siempre a sus hijos.

Además, con esa actitud serena y gozosa ante la vida -el gaudium cum pace (17)-, en la que no faltarán contradicciones, el cristiano hace mucho bien a su alrededor. La alegría verdadera es un formidable medio de apostolado. «El cristiano es un sembrador de alegría; y por esto realiza grandes cosas. La alegría es uno de los más irresistibles poderes que hay en el mundo: calma, desarma, conquista, arrastra. El alma alegre es un apóstol: atrae a los hombres hacia Dios, manifestándoles lo que en ella produce la presencia de Dios. Por esto el Espíritu Santo nos da este consejo: nunca os aflijáis, porque la alegría en Dios es vuestra fuerza (Neh 8, 10)» (18).

Fuente: Hablar con Dios

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