La figura femenina de la Madre de Dios es uno de los símbolos más poderosos e incisivos de la tradición católica. En esta fiesta, el catolicismo muestra su rostro más genuino. ¿Cómo sintetizar el mensaje? Yo lo diría sencillamente así: Dios humaniza. La cercanía del Dios cristiano potencia lo más humano del hombre: su cuerpo y su libertad.
Si la modernidad separa a Dios y al hombre, el modo típico de pensar que surge de la tradición católica conjuga ambas realidades: Creo en Dios que salva al hombre.
Esta mujer -María Purísima- es signo de la potencia dignificadora de la vida que encierra la fe. Porque tener fe (creer) es ver la realidad en toda su amplitud (a Dios y al hombre) y, de esa manera, tener vida plena.
Los tiempos cambian. También las personas. Pero la fe se mantiene siempre la misma, idéntica en su sustancia aunque palabras y símbolos adquieran formas nuevas. Idéntica en su capacidad de unir a Dios con el hombre, y de ofrecer la garantía más fuerte para militar por la dignidad humana.
Artículo publicado por el Sergio Buenanueva, obispo de Mendoza, en diario Los Andes.
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