El emperador Carlos V se encontraba a la cabecera de la cama de uno de sus más fieles servidores, ya moribundo. "Pedidme en recompensa de vuestros méritos, y si es posible para disminuir vuestros padecimientos, el favor que queráis".
Respondió el enfermo:
-Señor, todo lo que os pediría sería que prolongaseis mi vida por algunos días.
Replicó el emperador:
-¡Qué desgracia! Yo no lo puedo; los poderosos de la tierra no disponen de un solo minuto de la vida del hombre.
Y el enfermo:
-¡Qué insensato he sido! He consagrado mi vida entera al servicio del emperador, y su poder no alcanza a concederme un solo día de existencia. Si, en cambio, hubiera servido mejor a mi Dios, podría esperar una recompensa eterna, una felicidad sin fin.
Podía esperar de la misericordia divina, pero tenía razón al lamentarse de no haber servido mejor a Dios.
Fuente: C. Ortúzar, El catecismo explicado con ejemplos
1 comentarios:
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bendiciones
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