¡Tu mensaje de bienvenida, twitter o publicidad aqu�!

| Suscr�bete v�a RSS

martes, 5 de mayo de 2009

La belleza del cristianismo es posible

| |


Ninguna tristeza y ningún dolor o contrariedad tendrán la fuerza suficiente para quitarnos esta certeza: Jesucristo vive y con El todo es nuevo.

En los Evangelios queda claro que ni los apósteles ni los demás discípulos del Señor esperaban la resurrección. De ahí la sorpresa de María Magdalena, que piensa que se han llevado el cadáver de Jesucristo. Sin embargo, todos ellos acabaron creyendo. Al meditar los textos de los Evangelios sobre la resurrección de Jesucristo, uno se da cuenta de que la sorpresa inicial y la fe posterior coinciden con unos corazones que amaban intensamente al Señor.

La muerte en la cruz era un hecho irrefutable y vergonzoso, pero nunca dejaron de anunciarla. Sabían lo que había sucedido en la cima del Gólgota y conocían el lugar de la sepultura, pero eso no les impidió conocer la resurrección y creer en ella.

A muchos siglos de distancia y habiendo celebrado muchas veces esta solemnidad se siente cierta añoranza por experimentar la misma emoción que los primeros testigos de la resurrección.

La Iglesia enriquece su culto para darle el máximo esplendor (bendición del fuego, del agua, renovación de las promesas bautismales por los creyentes…) e intenta captar el resplandor de aquella noche gloriosa. El hecho de la resurrección, la afirmación de que Jesucristo vive, ilumina todo lo que ha sucedido hasta entonces y también ha de transfigurar con su luz toda nuestra existencia.

María Magdalena, Pedro, Juan y los demás apóstoles cambiaron su percepción de las cosas porque se encontraron con el Señor resucitado. Eso también se nos ha dado a nosotros, aunque de otra manera. Jesucristo nos ha comunicado su vida. San Pedro se refiere a ello indicando que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados. Ese perdón nos llega por el bautismo, que supone incorporarse a la muerte de Jesucristo. Hay que abandonarse en el Señor, que nos sorprende entregándonos “una identidad nueva”, como dice el Papa Benedicto XVI.

San Pablo se refiere a ello al escribir a los Colosenses: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba, aunque señala, que nuestra vida esta con Cristo escondida en Dios. El Apóstol no solo afirma que Jesucristo ha resucitado, sino que también dice que lo hemos hecho nosotros (por el bautismo). La vida del Resucitado nos ha cambiado al hacernos hijos de Dios. La alegría del Domingo de Resurrección nos invita también a volver sobre esa identidad nueva que hemos recibido. La aspersión del agua que se realiza durante la liturgia de la Pascua es especialmente significativa: somos sepultados con Cristo y resucitados con El.

Dice el Evangelio según San Juan que los Apóstoles comprendieron las Escrituras cuando reconocieron la resurrección del Señor. Ahí se nos indica también que toda la verdad del Evangelio, que a veces nos cuesta aceptar en la teoría o la práctica, adquiere su verdadera fisonomía a la luz de la resurrección. La tumba esta vacía y Jesucristo vive verdaderamente y es contemporáneo nuestro.

Por eso, la belleza del cristianismo, que muchos contemplan con tristeza porque piensan irrealizable, es posible. Lo canta la Iglesia en el día de Pascuas en que se nos hace manifiesto que ninguna tristeza y ningún dolor o contrariedad tendrán la fuerza suficiente para quitarnos esta certeza: Jesucristo vive y con El todo es nuevo.

(Sacado de un articulo de David Amado Fernández en Magnificat)

0 comentarios:

Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

Entradas populares

.

Add to Technorati Favorites

Porque creo en tu WEB

La hora

.

Para debatir

Palabra de Vida