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jueves, 26 de febrero de 2009

¿Se puede saber cuántos santos hay?

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La edición original de Las Vidas de los Santos de Butler, publicado entre los años 1756 y 1759, nombró 1,486 santos. La revisión de 1956 nombró 2,565 santos. En estos meses se está realizando una nueva revisión del libro.

      Sin embargo, durante los primeros ocho o nueve siglos de la Cristiandad, no hubo un proceso formal de canonización para declarar que una persona es santa. Las personas llegaban a ser santas por aclamación popular. Se creía que individuos eran santos porque habían sido mártires, muriendo por la fe o porque habían vivido vidas muy santas. Muchas veces las tumbas de estas personas llegaron a ser lugares de peregrinación y de oración. No tenemos la mínima idea sobre el número de individuos cuya santidad no fue conocida. Por esta razón nosotros celebramos la fiesta de Todos los santos.  

      A veces únicamente en una comunidad o área particular se reconocía la santidad de una persona. En otras ocasiones la reputación de la santidad de una persona iba más allá de las fronteras nacionales de ese santo. 

      No fue hasta el año 993 que se realizó la primera canonización oficial. En ese entonces el Papa Juan XV declaró que el obispo Ulrich de Augsburgo era un santo. 

      Sea lo que sea no existe una lista completa y exhaustiva de todos los santos o las personas que se dicen eran santas.

martes, 24 de febrero de 2009

¿Existe una jerarquía entre los ángeles?

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Al inicio del siglo seis el famoso Seudo-Dionisio, apoyándose sobre lo que las Sagradas Escrituras mencionan sobre los ángeles, divide a los ángeles en tres jerarquías con tres grupos o coros en cada jerarquía. Esa división llegó a ser la enseñanza común de los teólogos y la Iglesia. Pero, según Ludwig Ott en Los Fundamentos de la Dogma Católica,  la división de los ángeles en nueve grupos no es una enseñanza que tenemos que creer sino una opinión que sostienen algunos teólogos.

     Según Adolphe Tanquerey en su Manual de Teología Dogmática,  Santo Tomas de Aquino coloca a los serafines, querubines y tronos en la primera jerarquía. En la segunda jerarquía se encuentran las dominaciones, virtudes y potestades. En la tercera se encuentran los principados, arcángeles y ángeles. 

Enlace para leer sobre ángeles:

miércoles, 11 de febrero de 2009

¿Qué destino tiene las personas que mueren fuera de la Iglesia?

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Hay una historia famosa de uno de los miembros de una familia reconocida: él es un anciano que está a la puerta de la muerte. Por muchos años él había vivido una vida sin la presencia de Dios. Sin embargo, inmediatamente antes de morir, se vio que él se persignó con la señal de la cruz.

El punto que la historia subraya es que nosotros nunca debemos pensar que la gracia y la misericordia de Dios no puede alcanzar a una persona. No sabemos lo que Dios hace en los últimos momentos de la vida de una persona. Nosotros debemos confiar y seguir rezando por los que amamos, por los que han sido parte de nuestra vida.

También hay la historia de San Juan Vianney, el cura de Ars (en Francia). Un amigo preocupado había hablado con él acerca del destino de un ser querido suyo que había brincado de un puente, suicidándose. El cura de Ars le dijo que entre el puente y el agua Dios había tomado posesión del hombre.

Nosotros no debemos desesperarnos. Dios es maravillosamente bondadoso y misericordioso. Con esperanza y amor nosotros podemos colocar a las personas que parecen estar alejadas de Dios en sus manos amorosas.

viernes, 6 de febrero de 2009

¿Cómo deberíamos tratar a una persona rica que no hace obras de caridad?

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Muchos buenos samaritanos de estos tiempos han encontrado que la gente que ellos ayudan no son agradables, agradecidos o están contentos por la ayuda recibida. Maestros, trabajadores sociales y los que dan asistencia médica saben que los pobres, los enfermos y los que se encuentran solos no siempre están agradecidos, pacientes o mansos y, de hecho, pueden demandar mucho.  

      Una persona que hace obras de caridad debe acordarse de las razones por las cuales hace la caridad --- el amor a Dios y un deseo de imitar el amor generoso que Dios da a cada uno de nosotros.

      En su primera carta San Juan nos recuerda, “En esto está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos mutuamente” (1 Juan 4:10-11).

      Ciertamente es más fácil ser caritativo cuando se recibe la caridad con gratitud y exclamaciones de aprecio. Sin embargo, la verdadera prueba de amor se encuentra en hacer una caridad a pesar del hecho que las personas que la reciben la toman como un derecho que tienen o con indiferencia o de mal humor. Nuestra caridad se acerca a la de Dios cuando la damos sin esperar un agradecimiento, cuando la damos sin pedir nada a los que la reciben, cuando podemos rezar como Cristo oró por sus persecutores, “Perdónalos, porque no saben lo que hacen.” 

      También, se tiene que tomar en cuenta que algunas personas pueden estar muy cómodas en lo que toca sus finanzas pero al mismo tiempo cargan con la gran necesidad de experimentar el cariño, de tener alguien quien se preocupe por ellos, de sentir el calor humano y de tener verdaderas amistades.

Además, la persona que aparentemente es tacaño, avaro puede actuar como lo hace por el miedo de tener que gustar todos sus ahorros por razón de una enfermedad. Tal vez tema que se encontrará solo o abandonado y sin ahorros si una enfermedad catastrófica le ocurre.

      La Madre Teresa de Calcuta nos hubiera dicho que este tipo de caridad llega solamente con la práctica y la gracia. Llega únicamente cuando uno se acuerda una y otra vez de los motivos de nuestra caridad. Este tipo de caridad alcanza a uno solo con la oración y la reflección sobre la bondad que Dios nos ha mostrado con anterioridad. 
      
Esta fue la experiencia de San Francisco de Asís quien vio a Cristo en el leproso después de que lo había abrazado y besado. Francisco escribió de su experiencia en su testamento: “El Señor me dio a mi, el Hermano Francisco, la gracia de empezar a hacer penitencia de la siguiente manera: ‘cuando yo estaba en pecado, sentía una extrema repugnancia al mirar a los leprosos, y el Señor mismo me condujo entre ellos y yo practiqué la misericordia con ellos. Y cuando me aleje de ellos, lo que me había parecido una experiencia tan amarga, se convirtió en una dulzura de cuerpo y alma para mi’.”

Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

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