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lunes, 30 de mayo de 2011

Sé tu mismo

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“Y todo lo que puedan decir o hacer, haganló en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Cualquier trabajo que hagan, háganlo de buena gana, pensando que trabajan para el Señor y no para los hombres. Bien saben que el Señor los recompensará dándoles la herencia prometida. Su Señor es Cristo y están a su servicio.”
(Carta a los Colosenses 3:17,23-24)

El profesor de Religión le preguntó a Roberto: “¿Puedes darme una cita de alguno de los santos?” Roberto, que estaba estudiando las notas para su examen de Inglés dijo: “Sé tú mismo”. “¿Y qué santo dijo eso?”, preguntó el profesor.”¿San Pablo?” susurró Roberto tratando de adivinar. “No,” dijo el maestro, que había visto las notas, “fue escrito por Shakespeare.” “Apuesto que las copió de San Pablo”, dijo el niño.

Claro Shakespeare no copió las palabras de San Pablo, pero podría haberlo hecho, si hubiera leído con atención este pasaje de Colosenses. San Pablo, en efecto, nos está exhortando a ser lo que realmente somos en todo lo que hagamos. Para recoger el significado del pasaje Shakespeare tendría primero que haber consultado una fuente más vieja. Al filósofo de la Antigua Grecia Sócrates le gustaba consultar el oráculo de Delfi: “Conócete a ti mismo”. Para ser lo que realmente somos, uno primero debe conocerse. 

Una de las frases favoritas de San Pablo es “en Cristo” que va a nuestras raíces: somos miembros del Cuerpo de Cristo. Para actuar como verdaderamente somos tenemos que actuar siempre en el nombre de Jesucristo, porque hemos estado unidos íntimamente con él. Podemos actuar desde el corazón, porque nuestros corazones pertenecen a Cristo quien los llena de gracia. No debemos quedar indecisos entre la literatura inglesa y la filosofía de la Antigua Grecia, debemos descubrir qué es lo que significa hablar y actuar con el corazón afianzado en Cristo. El Evangelio es el punto de referencia  con el que verificamos la autenticidad de nuestras palabras y hechos. Buscamos ser verdaderos con nosotros mismos siendo verdaderos con Cristo, no por otra causa, sino por la causa de EL. Ser verdaderos con El es ser agradecidos con su amor. Y solamente siendo verdaderos con El podremos servir genuinamente a otros.

La recompensa es grande: Nosotros que somos el Cuerpo de Cristo, somos los herederos de su Gloria. ¡Demos siempre gracias a Dios!

miércoles, 11 de mayo de 2011

Respuesta a un mensaje de Alejandro

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"Buen dia, Me llamo Alejandro, mi beba se llama Valeria, tiene una semana de fallecida y siento mucho dolor porque no se si hicimos lo necesario para que siguiera viviendo o simplemente es la voluntad de Dios. Fue muy rapido que paso de ser una nina sana a estar descansando... tambien siento inquietud por saber como esta y si es que sufre cuando nosostros lloramos y si nos extrana... Gracias..".


Alejandro: 
“La muerte nunca es algo que Dios quiere, pero la muerte es la puerta a la vida eterna y en el caso de su niña, Uds. pueden estar seguros que ella goza de la plena felicidad del cielo por estar por toda la eternidad en la presencia de Dios, quien según San Juan en su primera carta es amor.


Los padres de niños que mueren, muchas veces se preguntan si hicieron los suficiente y lo correcto para mantenerla con vida y la respuesta casi siempre es sí, hicieron todo lo que estaba a su alcance, es decir, no contribuyeron a su muerte.

En el Reino de Dios no hay tristeza ni lágrimas, pero los que están allá sí ven y entienden nuestro sufrimiento, porque existe ese lazo de amor, entre padres e hijos, aún cuando uno o el otro está en el Reino de Dios.”

lunes, 9 de mayo de 2011

Regalo de uno mismo

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Nuestra Señora de Jerusalén
Por el contrario nos hicimos pequeños entre ustedes, imitando a la madre que juega con su criatura. Y era tal nuestra preocupación por ustedes, que estábamos dispuestos a darles, no solo el Evangelio, sino también nuestra propia vida, tan queridos habían llegado a ser para nosotros.
(1a. Carta a los Tesalonicenses 2:7-8)

Mi hermana recientemente tuvo su primer bebé, ¡Que bebé más lindo! Mara ha crecido con una velocidad increíble, en cada visita al doctor supera en peso al 99% de los bebés de su misma edad.

Cristina llama frecuentemente para reportar: “¡Mara ha estado amamantando todo el día, va a crecer nuevamente!” A veces solamente llama para compadecer, porque ha estado todo el día dándole de tomar leche, sin importarle cuanto tiempo esté haciéndolo.

Hablamos y reflexionamos sobre lo que vemos a nuestro alrededor: una cultura de distancia entre las madres y sus bebés. Es tan fácil para el bebé ir de la cuna a la mecedora y de ahí al asiento para el carro con solamente un par de paradas en los brazos de alguien para comer. “No hay amor sin sacrificio propio”, mi hermana y yo estamos de acuerdo. En efecto, ese tiempo amoroso entre la madre y su hijo, cuando la madre amamanta al bebé con su propio cuerpo, deleita al niño con su propia sonrisa o lo mece con su propio cuerpo, todo eso es la primera experiencia que tiene el niño del amor sacrificado. Es más, es la primera experiencia del niño del amor divino.

En el Arte Sagrado vemos a veces en paralelo las imágenes de Jesús crucificado y María amamantando
al infante Jesús en su pecho: el sacrificio personal de María anticipando el de Jesús, el sacrificio personal
de Jesús haciéndo el de ella posible. Pablo muestra una imagen similar en los Tesalonicenses, “nos hicimos pequeños entre ustedes, imitando a la madre que juega con su criatura.” En esta hermosa imagen de María él nos enseña que el Evangelio entra en el mundo, no como simples palabras, sino como un regalo de su persona y su presencia, en cuerpo y sangre.

Así es para todo nosotros los que buscamos llevar el Evangelio a otros, como madre amorosa, padre
compasivo y amigo fiel. ¡La palabra se debe hacer carne!

martes, 3 de mayo de 2011

Niños de la luz

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“Pero ustedes, hermanos, no andan en tinieblas, de modo que ese día no los sorprenderá como lo hace el ladrón.Todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día: no somos de la noche ni de las tinieblas”
(1a. Carta a los Tesalonicenses 5:4-5)

Imagen: doble-via.blogspot.com
Una vez escuché el consejo de una sabia madre de como ella limitaba el tiempo de televisión a sus hijos. La televisión, les explicaba ella a sus hijos, es una luz. Nosotros solamente necesitamos luces en la noche o en la oscuridad de los días lluviosos. Esos son los momentos cuando podemos encender la televisión.  Desde que escuché ese consejo, he pensado en esa simple premisa: ¡la televisión es una luz!

 No es de extrañar entonces que nos sintamos atraídos por la luz cuando la oscuridad llega. O tal vez nos sentimos atraídos por la otra luz, la computadora, con ese brillo similar del internet. Incluso nuestros celulares tienen luces. 

La edad moderna tiene su propia definición: “Niños de la luz” o “Niños de los nuevos medios”. A diferencia de las muchas generaciones creyentes que ya se fueron, que terminaban su día con una plegaria de misericordia, nosotros terminamos nuestro día con las luces de los noticiarios y telenovelas de fondo. Requiere un esfuerzo muy grande para volver a la otra era, un tiempo donde la luz no se podia tener con el simple toque de un dedo. ¡Pero debemos volver! El tiempo de la noche trae con él algo más que la oscuridad. ¿Cuán seguido la fatiga del cuerpo trae los problemas del alma? Todas las ansiedades del día vuelven a salir en la oscuridad. Cuando no podemos dormir por las preocupaciones  nos vemos tentados a levantarnos y prender la television. Hacemos cualquier cosa con tal de sacar nuestra mente de los problemas. Pero esa luz es simplemente una distracción. 

El brillo de la televisión no puede conquistar nuestros oscuros miedos. En efecto, la oscuridad de la noche puede solamente encontrarse con la luz de la fe.Este es el tiempo para tomar la Biblia, el Rosario o nuestro libro de plegarias. ¡Convirtámonos realmente en niños de la luz! 

Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

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