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viernes, 6 de febrero de 2009

¿Cómo deberíamos tratar a una persona rica que no hace obras de caridad?

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Muchos buenos samaritanos de estos tiempos han encontrado que la gente que ellos ayudan no son agradables, agradecidos o están contentos por la ayuda recibida. Maestros, trabajadores sociales y los que dan asistencia médica saben que los pobres, los enfermos y los que se encuentran solos no siempre están agradecidos, pacientes o mansos y, de hecho, pueden demandar mucho.  

      Una persona que hace obras de caridad debe acordarse de las razones por las cuales hace la caridad --- el amor a Dios y un deseo de imitar el amor generoso que Dios da a cada uno de nosotros.

      En su primera carta San Juan nos recuerda, “En esto está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos mutuamente” (1 Juan 4:10-11).

      Ciertamente es más fácil ser caritativo cuando se recibe la caridad con gratitud y exclamaciones de aprecio. Sin embargo, la verdadera prueba de amor se encuentra en hacer una caridad a pesar del hecho que las personas que la reciben la toman como un derecho que tienen o con indiferencia o de mal humor. Nuestra caridad se acerca a la de Dios cuando la damos sin esperar un agradecimiento, cuando la damos sin pedir nada a los que la reciben, cuando podemos rezar como Cristo oró por sus persecutores, “Perdónalos, porque no saben lo que hacen.” 

      También, se tiene que tomar en cuenta que algunas personas pueden estar muy cómodas en lo que toca sus finanzas pero al mismo tiempo cargan con la gran necesidad de experimentar el cariño, de tener alguien quien se preocupe por ellos, de sentir el calor humano y de tener verdaderas amistades.

Además, la persona que aparentemente es tacaño, avaro puede actuar como lo hace por el miedo de tener que gustar todos sus ahorros por razón de una enfermedad. Tal vez tema que se encontrará solo o abandonado y sin ahorros si una enfermedad catastrófica le ocurre.

      La Madre Teresa de Calcuta nos hubiera dicho que este tipo de caridad llega solamente con la práctica y la gracia. Llega únicamente cuando uno se acuerda una y otra vez de los motivos de nuestra caridad. Este tipo de caridad alcanza a uno solo con la oración y la reflección sobre la bondad que Dios nos ha mostrado con anterioridad. 
      
Esta fue la experiencia de San Francisco de Asís quien vio a Cristo en el leproso después de que lo había abrazado y besado. Francisco escribió de su experiencia en su testamento: “El Señor me dio a mi, el Hermano Francisco, la gracia de empezar a hacer penitencia de la siguiente manera: ‘cuando yo estaba en pecado, sentía una extrema repugnancia al mirar a los leprosos, y el Señor mismo me condujo entre ellos y yo practiqué la misericordia con ellos. Y cuando me aleje de ellos, lo que me había parecido una experiencia tan amarga, se convirtió en una dulzura de cuerpo y alma para mi’.”

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Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

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