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martes, 2 de junio de 2009

¿Cómo podemos amar libremente a Dios cuando se nos manda hacerlo?

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Preguntarnos por qué nos ordenan amar a Dios es como preguntar a Isaac  Newton por qué proclamó la ley de la gravedad.  

      Existe la ley de la gravedad porque es parte de la naturaleza de nuestro universo y de la creación. Si Newton nunca hubiera descubierto y proclamado la ley de la gravedad, todavía sería cierto que existe una atracción entre la tierra y los cuerpos cerca su superficie. Es así que Dios ha hecho las cosas. 

      Que Jesús o el escritor del libro del Deuteronomio aun que hayan proclamado o no que tenemos que amar a Dios y a nuestro prójimo, queda cierto que existimos para amar a Dios y los unos a los otros.

      En los catecismos viejos se preguntaba, “¿Por qué me creó Dios?” La respuesta era, “Dios me creó para conocerlo, amarlo, servirlo, y para estar feliz con El en el cielo.”

      Nosotros solo podemos alcanzar la felicidad si realizamos nuestro fin en la vida, si alcanzamos el objetivo por el cual fuimos creados. Estamos creados para amar y glorificar a Dios. Solamente por la unión con Dios en el amor podremos alcanzar la felicidad y realizarnos por completo. Al alejarnos de Dios con el pecado, al despreciar o al faltar el amor nos lleva a estar emocionalmente hechos pedazos. Dios es Amor: estar separado de Dios es agonía. 

      Debemos pensar de los dos gran mandamientos---de hecho, de todos los mandamientos---no tanto como leyes en el sentido legal sino como declaraciones de principios o líneas-guías. Así, para estar feliz y entrar en el júbilo del reino de Dios, tenemos que amar a Dios y a las otras personas. Para ser fiel al fin por el cual fuimos creados y obrar en la manera por la cual fuimos hechos, tenemos que vivir y actuar en el amor a Dios y los unos a los otros. 

      El hecho de que Dios proclama estas leyes nos facilita entender quienes somos, por qué estamos aquí y cómo debemos vivir para alcanzar la felicidad eterna. Es el modo de declarar sencillamente lo que ya uno percibe cuando dice, “Me parece que una persona sentiría por naturaleza la atracción hacia Dios.” Así es. Es una verdad: nosotros tenemos la capacidad de resistirnos, de dar la espalda a Dios, y eso solo puede significar que al final nos espera el dolor, la agonía y la soledad.                  

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Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

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