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martes, 23 de junio de 2009

¿Sería posible nunca cometer un pecado?

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El deseo de vivir una vida sin pecado es el punto de partida para vivir en la gracia de Dios y para llegar a ser santo. El ejemplo de muchos santos del pasado y de personas muy santas que hoy en día nos rodean demuestra que con la oración y el deseo podemos tener éxito en la lucha de alcanzar la santidad y evitar todo pecado grave.

Sin embargo nosotros sabemos por los santos que es difícil alcanzar la santidad. San Pablo hace referencia a nuestra tendencia a pecar y se identifica con nosotros tocante la tensión que sentimos entre lo que él llama el Espíritu y la carne. En su carta a los Gálatas 5:16-17 él escribe, “Caminen según el espíritu y así no realizaran los deseos de la carne. Pues los deseos de la carne se oponen al espíritu y los deseos del espíritu se oponen a la carne. Los dos se contraponen, de suerte que ustedes no pueden obrar como quisieran.”

San Francisco de Asís siempre estuvo consciente de su propia debilidad y amonestaba a sus admiradores que nunca deberían alabarlo porque siempre había la posibilidad que pudiera fracasar gravemente. En una ocasión estuvo tan fuertemente tentado contra la castidad que se tiró en un rosal y se rodó en las espinas para superar la tentación.

En La Vida Espiritual el autor Adolphe Tanquery nos recuerda que los santos también cometieron pecados veniales cuando se descuidaron y permitieron que momentáneamente fueran traicionados por la falta de pensamiento o la debilidad de su voluntad. El no perdona tales faltas y dice que, como todos los pecados, uno debe arrepentirse de ellos. Al fin y al cabo él simplemente reconoce la condición humana.

Siendo que hemos sido afectados por el pecado original, San Santiago nos recuerda que “todos nosotros cometemos faltas” (Santiago 3:2). El Concilio de Trento declaró que aun la persona justa sin el privilegio de una gracia especial encontrará que es moralmente imposible evitar todo pecado venial a lo largo de toda su vida.

No deberíamos desanimarnos, perder la esperanza ni abandonar la lucha contra la tentación. Se puede alcanzar un grado alto de santidad o perfección si somos fieles a la gracia de Dios. Por razón de nuestra tendencia hacia el pecado, debemos orar y practicar la abnegación y mortificación. Tenemos que frecuentar los sacramentos de la confesión y la Eucaristía.

El Padre Tanquerey sugiere que también hagamos cada día un examen de consciencia -viendo los pecados o faltas que hemos cometido y preguntándonos cómo y por qué hemos caído. Después de descubrir las circunstancias y las razones por las cuales hemos pecado, podemos hacer planes para evitar las ocasiones y situaciones que nos llevan a pecar. Entonces, siendo fiel a la oración y a vivir arrepentido, podemos alejarnos de los hábitos que nos llevan al pecado y que obstaculizan el crecimiento en nuestro amor a Dios y a la verdadera santidad.

Dios nunca llega a pensar que alguien es irremediable, y nosotros no debemos nunca perder confianza en nosotros mismos.

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Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

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